El 8 de marzo rinde tributo y reconoce a las mujeres
trabajadoras en todo el mundo. Hoy tras más de 6 años de profunda crisis
económica mundial, queremos desde la FSP-UGT-PV hacer lo propio y de paso
plasmar en este Blog algunas reflexiones que pueden ser interesantes a la hora
de comprender el alcance de la crisis y su repercusión sobre el empleo
femenino.
A estas alturas del 2014, nadie duda que
las medidas anticrisis que se están adoptando están agudizando las
desigualdades existentes entre hombres y mujeres al centrarse las medidas
gubernamentales en fuertes ajustes en educación, salud, cuidados y protección
social, con riesgo de intensificar la división sexual del trabajo y las desigualdades
que esta división genera.
Por otro lado, curiosamente los ajustes
que intentan disminuir el gasto público no han afectado ni al gasto militar ni
a la financiación de la iglesia católica.
Todo el mundo coincide en que la salida
de la grave situación económica en la que estamos inmersos sólo se producirá si
somos capaces de implementar un cambio de modelo económico, en definitiva, el
único modo de salir con garantías para abordar el futuro.
Esta crisis debe suponer también una
oportunidad y un desafío para establecer nuevas formas de producción y consumo,
estableciendo un reparto equitativo entre mujeres y hombres del trabajo
remunerado y no remunerado, no solo en la familia, sino en la sociedad.
El Estado tiene a través de su
presupuesto que redistribuir tiempos y recursos para seguir avanzando hacia la
igualdad real entre hombres y mujeres.
Y eso debe ser así porque hombres y
mujeres sufren de una manera diferenciada los efectos de las medidas o
coyunturas económicas y muy especialmente los de una crisis económica de una
envergadura como la actual.
Los
hombres y mujeres ocupamos una posición diferenciada y en la mayoría de
los casos desigual y desequilibrada en el acceso a los recursos económicos, los
recursos naturales o al crédito, en el reparto de tiempos y trabajos, o en el
acceso a los espacios de poder, sobre todo los económicos, donde se toman las
decisiones que afectan al modelo productivo y la sostenibilidad del Estado de
Bienestar.
Un análisis somero de las crisis previas
y de la actual, pone de manifiesto varias pautas históricas que nos pueden
servir para avanzar en una mejor comprensión de la crisis actual y sobre todo,
para garantizar una salida de la crisis con más igualdad y no con menos.
Destacan tres pautas, la primera
consiste en que de las crisis se sale con una intensificación del trabajo de
las mujeres, incluyendo el trabajo remunerado y sobre todo del no remunerado.
La segunda indica que tras las crisis el
empleo masculino se recupera antes que el femenino y este último acaba siendo
más precario que cuando se inicia la crisis, y la tercera es que de las crisis
se sale con retrocesos en los avances en igualdad conseguidos en épocas de
bonanza en lo relativo a la regulación y
a las políticas de igualdad.
Por tanto, sabemos que las crisis
económicas provocan siempre un empeoramiento de las condiciones de trabajo de
las mujeres y de los hombres, que las mujeres suelen salir de las crisis con
peores salarios, empleos más precarizados y con la conversión de muchos empleos
en trabajos realizados desde la economía
informal.
En el caso de España un claro ejemplo de
la desregulación laboral la observamos en la voluntad del PP en el gobierno de
acabar con la llamada Ley de Dependencia que va a producir un aumento de la
precarización de los cuidadores, casi todas cuidadoras que hasta ahora venían
realizando estas tareas de un modo regulado.
Otro clarísimo ejemplo de retrocesos en
políticas de igualdad supone la voluntad también del gobierno del Partido
Popular de hacer retroceder la legislación sobre interrupción voluntaria del
embarazo a normativas pertenecientes al siglo pasado.
La recuperación más lenta del empleo
femenino no es un fenómeno español, también tiene lugar en Europa y se debe
como en España a que los recortes
producidos para reducir los déficits públicos en los diferentes países
se han centrado de un modo muy considerable en los empleos públicos, en todas
las administraciones, tanto locales como
regionales o estatales, y esos sectores son como todos y todas sabemos
altamente feminizados.
Estos recortes centrados en el sector
público y en el gasto social, no sólo están mermando la cantidad y calidad de
los puestos de trabajo de sectores feminizados, sino que hipotecan las
posibilidades de las mujeres de poder ofertar su trabajo con la misma libertad
que los hombres.
Y eso es así, porque los gobiernos,
incluso los de corte más progresista, siguen viendo al varón como el principal
aportador de recursos económicos al núcleo familiar.
Es preciso arrinconar de una vez por
todas estos supuestos falsos e implementar de forma efectiva el principio de
transversalidad de género tanto en el diseño de las políticas como de
implementación de leyes y ejecución presupuestaria.
En España lo tendríamos fácil si se
cumpliera la Ley de Igualdad, algo que cada vez
se parece más a una utopía.
Pues esa es y debe seguir siendo una de
las principales tareas de nuestro sindicato, impedir la fragmentación social
que estas políticas van a producir.
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